vecindad

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martes, 24 de noviembre de 2015

El día que el Sol se oscureció


El viento iba sacando una por una las hojas de los árboles como si de arrancarles lágrimas se tratara. De pie, en mi habitación, rodeado de un aura de paz y tranquilidad que por mucho contrastaba con los minutos previos a aquel momento, la observaba detenidamente durante aquellos instantes de soledad que, sin embargo, parecían durar una eternidad.

Era imposible ignorar el remolino de emociones y recuerdos que revoloteaban dentro de mí, rememorar aquellos momentos en que la hice reír, en que la hice enojar. Vivencias dulces, tiernas y agradables que serían capaces de arrancar una sonrisa aún en los momentos más tristes que se pudieran presentar. Dos almas ligadas y unidas por completo por el vínculo más fuerte y poderoso que se pueda imaginar, pero que ahora se debían separar.

Traté tímidamente de acercarme mas fue inútil, la suerte estaba echada y en aquel improvisado remanso de paz me limité a seguir observando su belleza, meditando, recordando y queriendo decir tanto que las palabras eran cortas e insuficientes para expresar la avalancha de sentimientos y emociones que quedaban finalmente ahogados y apresados en un corazón que simplemente se encontraba a punto de estallar.

El momento más duro de toda mi existencia fue definitivamente aquel en el que tuve que llevar ese cajón sobre mi hombro, al tiempo que llevaba la mirada perdida y sintiéndome a punto de desfallecer. Previamente la observaba de nuevo largo tiempo, admirando ese valor y fortaleza que la caracterizaron desde siempre, pero sobre todo, durante las últimas semanas en que las ejerció con entereza sin igual.

Había sido una lucha feroz y tenaz, mas ahora descansaba apaciblemente, irradiando la paz que en su momento le fue arrebatada de forma inexorable, pero que ahora le había sido devuelta una vez más. El cielo gris, como si de una señal de respeto se tratara, parecía compartir el sentimiento de tristeza que embargaba la ocasión.


Era inconcebible. “¡Su nombre no pertenece ahí! ¡No debe estar allí!” y sin embargo allí estaba. Era el momento de decir adiós, debía despedirme irremediablemente muy en contra de mi voluntad, resignado, cabizbajo, impotente y sin poder cambiar la situación.

Por un momento me sentí objeto y blanco de todas las miradas, muchas de las cuales no veía yo desde hacía mucho tiempo atrás, pero no podía ser de otra manera, pues cuando se va una persona tan querida y apreciada, alguien que se entregaba al cien por ciento en favor de los demás, reunir a todos aquellos que la conocían resultaba simplemente inevitable.

Ceder a las lágrimas hubiera sido lo más natural del mundo, más aún cuando se tiene retenido por dentro un infinito mar de ellas; sin embargo, ya habría ocasión para eso más adelante, aquel era momento de ser fuerte y animar en lo posible a familiares y amigos reunidos en el lugar.

En la oscuridad de la noche, al amparo del radiante brillo de la Luna que se hizo presente, observaba cómo el mar se llevaba sus cenizas en la inmensidad del ancho mar, mientras el sonido de las olas que se iban alejando parecían despedir por última vez a aquella persona tan noble, dulce y gentil como jamás conocí.


El futuro se veía triste, sombrío e incierto. Parecía ser una pesadilla y de hecho lo era, pues tan solo instantes antes ella estaba y ahora ya no. Busqué por todas partes pero de forma por completo infructuosa, pues por más que me esforcé ya no la pude encontrar. Cerré los ojos fuertemente y solo entonces…solo entonces pude verla una vez más. 

Aquella gran persona, a pesar de se fue, dejó en su marcha un gran legado de enseñanzas, valores y principios que por siempre vivirán dentro de mí y guiarán mis pasos al andar hasta que llegue aquel momento, tan vívido y recurrente entre mis sueños, en el que nos volvamos a mirar.

Correré entonces a su encuentro, la estrecharé nuevamente entre mis brazos y con lágrimas en los ojos, pero ahora de felicidad, besaré a esa gran persona y sin reparos le confesaré: “No sabes cuánto te extrañé, te quiero mucho mamá”.


COLOFÓN

El tiempo siguió constante
y aunque me sentí vencido
a la fuerza he comprendido
que hay que seguir adelante
sin perder el buen talante
pues los cambios nunca cesan
y aunque hoy quizás te pesan
con optimismo en la mente
te pueden volver más fuerte
si no te desinteresan.

Yo jamás te he olvidado
y aunque persiste la pena
la vida se me oxigena
reteniendo inmaculado
el ejemplo que me has dado
de valor, de fortaleza
y seguir con entereza
hasta el momento anhelado
cuando de nuevo a mi lado
llenes mi alma de riqueza.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Se llamaba Chespirito (Parte 2)



NACIÓ SIN QUERER QUERIENDO

Tras recibir una tentadora oferta de Canal 2, Rubén Aguirre emigró a ese canal, por lo que se hacía necesario reemplazar el scketch de los chifladitos. Al no encontrar una idea para dicho reemplazo Chespirito decidió salir del paso por una semana escribiendo uno de esos que él llamaba “sueltos” ya que no presentaban continuidad temática temporal.

Esto lo hizo utilizando material que le había sobrado de otro scketch realizado algunas semanas atrás en el cual un niño pobre, interpretado por él, andaba por un parque público y tenía un breve altercado con un vendedor de globos, interpretado por Ramón Valdés.

En vista del buen resultado conseguido y de que le sobró más material continuó escribiendo historias semejantes. Los comentarios se sumaban y llegaron a ser tan favorables que finalmente decidió adoptar de forma regular al personaje, bautizándolo un par de semanas después con el sencillo pero célebre nombre con el que se le conoce hasta la actualidad: el Chavo.



REUNIENDO AL ELENCO

En 1968 Chespirito compartió escenario con Ramón Valdés, pues lo tuvo como compañero de actuación en la película El Cuerpazo del Delito. Fue precisamente allí donde tuvo la oportunidad de evaluar esa gracia inigualable que lo caracterizaba, lo que resultó en que finalmente lo fichara como parte de su elenco.

El Cuerpazo del Delito - 1968

La primera vez que actuó junto a Rubén Aguirre fue en el casting de El Ciudadano, en un pequeño libreto de tres minutos que tenía a Rubén como contraparte de todos los actores que probaron suerte interpretando al protagonista.


El rol, como ya sabemos, recayó finalmente sobre el propio Chespirito. Cabe resaltar que el papel estelar femenino del primer capítulo corrió a cargo de Anabel Gutiérrez, quien muchos años después formaría parte de su elenco como doña Espotaverderona, la mamá de la Chimoltrufia. 

Anabel Gutiérrez y el ciudadano Gómez

María Antonieta de las Nieves llegó para formar parte de la Mesa Cuadrada en reemplazo de Bárbara Ramson, pero solo mientras se conseguía a otra actriz que entrara en su lugar pues ella aseguraba que lo suyo no era la comedia, sino la tragedia. Cuenta María Antonieta que ante tal afirmación Chespirito replicó: ‘En ese caso no eres buena actriz; pues, no hay actores dramáticos o cómicos, solo hay actores’. El impacto de esas palabras caló tan profundamente en ella que, aunque un poco extrañada, decidió asumir esa especie de reto. 


Aun así, en 1974 María Antonieta dejó el elenco del Chavo para trabajar como animadora en el programa de concursos Pampa Pipiltzin junto a Julio Lucena (muy conocido por su doblaje de Pablo Mármol en los años 60). Sin embargo, aproximadamente año y medio después, reconoció que el dinero no compensaba el descenso de popularidad y decidió regresar al programa, tal como también había hecho Rubén Aguirre anteriormente.

Junto a Julio Lucena en Pampa Pipiltzin

En 1974, tras la partida de María Antonieta, su lugar fue ocupado en algunos episodios por el personaje de Malicha, la ahijada de Don Ramón, interpretada por María Luisa Alcalá. Sin embargo, tanto en las historias del Chapulín Colorado como en otros scketches, quien la sustituyó en el papel femenino protagónico fue Florinda Meza, quien conservó dicho rol aún tras el regreso de María Antonieta.

Malicha

Durante la ausencia de la Chilindrina fue creado el personaje de La Popis, inicialmente con una forma de hablar gangosa. Cuando un padre de familia le pidió a Roberto que lo quitara debido a que su hijo pequeño era sometido a burlas por tener ese defecto Chespirito accedió. No sería hasta un año después cuando retomaría otra vez al personaje, pero esta vez sin esa forma de hablar.


Para llegar al foro donde se grabaría su programa en cierta ocasión Chespirito tuvo que cruzar por el escenario de otro programa humorístico llamado La Media Naranja. Al pasar por allí le llamó la atención una actriz que en ese instante realizaba un monólogo caracterizada para la ocasión como una de esas mujeres que no tienen reparo en regar los chismes mientras lavan la ropa en un patio de vecindad.

Eduardo Alatorre, director de cámaras de su programa, necesitaba una actriz con esas características por lo que Chespirito se la recomendó inmediatamente. Aunque inicialmente la contrató para otro programa, poco después fue contratada también para el de Gómez Bolaños. Es así como se dio la llegada de Florinda Meza.


A Carlos Villagrán lo conoció en una fiesta particular en casa de Rubén Aguirre cuando ambos representaban un número en el que Rubén era el ventrílocuo y Carlos era Pirolo, su muñeco. Chespirito recuerda que el scketch le hizo reír a más no poder y que el recurso al que ya recurría Carlos de hablar con los cachetes inflados favorecía ampliamente la comicidad del número.

Carlos y Rubén en El Club de Shory

El papel de dueño de la vecindad Chespirito contó que lo había confiado a un actor que aunque tenía capacidad histriónica no era, por alguna razón, el ideal para representar al personaje. Debido a esto Nacho Brambila, un buen amigo suyo, le dijo: “Yo conozco a un actor que es excelente y que muy bien podría encarnar a ese personaje. ¿Quieres que te lo mande para que le hagas una prueba?”. Y así fue como se integró al elenco Edgar Vivar quien, por cierto, estudió y se licenció en Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Edgar Vivar en la obra Las Ranas - 1968

Angelines Fernández era ya en ese momento una actriz española de reconocida trayectoria que había actuado al lado de Cantinflas. Sin embargo, eso no impidió que aceptara caracterizarse de manera que pudiera interpretar a doña Clotilde, quisquillosa solterona conocida entre los niños de la vecindad como "la Bruja del 71", sobrenombre derivado del año en que se unió al elenco. Curiosamente Angelines moriría a los 71 años de edad.


En algunos episodios de 1973 apareció un personaje interpretado por Janett Arceo: Doña Eduviges Fajardo, de características muy similares a “la bruja del 71” y apodada por los niños como “la loca de la escalera”, por vivir arriba de la misma. Por ese entonces la actriz contaba con unos 18 años.

Janett Arceo

A través de su cuenta de Facebook, Janett explicó su participación en el programa con las siguientes palabras: “En esa época Florinda y yo estábamos en una obra de teatro y cuando la Sra. Angelines Fernández tuvo un problema de salud, fue mi querida Florinda la que le dijo a Don Roberto de mí. Ya me conocía, yo era amiga de María Antonieta de las Nieves y todos se portaron lindos conmigo”.

Doña Eduviges: La loca de la escalera

Raúl "el Chato" Padilla se unió al elenco tras la partida de Ramón Valdés en 1979. Si bien es cierto que Chespirito quería mantener a un actor de edad madura dentro de su elenco también resaltó tres factores contundentes por las que lo eligió: sus facultades de actor, su enorme capacidad para caracterizar toda clase de prototipos y su enorme calidad de ser humano.


Con ese elenco insuperable, el programa Chespirito continuó ascendiendo en calidad y en popularidad al punto que en 1973 el Canal 8 decidió dar paso a dos programas independientes encabezados por los personajes que se convirtieron en los favoritos del público: El Chapulín Colorado y El Chavo del Ocho.


Cada uno era complementado ocasionalmente con otros sketches, siendo los más populares El Doctor Chapatín, acompañando al Chapulín y Los Caquitos acompañando al Chavo.


Por esas fechas se volvió a transmitir aquel programa que en su momento se guardó como arma de contraataque: El Ciudadano Gómez; sin embargo, al cabo de tres meses se terminó el material almacenado de 13 capítulos. Aunque fue bien acogido por el público Chespirito se dio cuenta que no le alcanzaría el tiempo para escribir tres programas a la semana conservando la misma calidad que habían tenido hasta el momento, por lo que solicitó que se suprimiera uno de ellos.

Es así como El Ciudadano Gómez perdió continuidad frente a un Chavo y un Chapulín que no solo venían algún tiempo ocupando los primeros lugares en las preferencias de la gente, sino que contra todo pronóstico lograron algo que se consideraba inalcanzable: superar el rating de Telesistema (Canal 2) durante sus transmisiones.



LA LLEGADA A TELEVISA

En 1973 Telesistema y TIM (Canal 8) se fusionaron dando nacimiento a la hoy en día enorme Televisa. Es así como los programas de Chespirito comenzaron a transmitirse por el prestigioso Canal 2, con lo que el nivel de la audiencia se elevó de manera exorbitante.

En vista del cambio, en Televisa quisieron que el programa del niño del barril se cambie a El Chavo del Dos, cosa que Chespirito no aceptó. Sin embargo, el nombre (que se mantuvo hasta el cierre del mismo) se recortó a El Chavo, al igual que las menciones al personaje dentro del programa.


Felizmente algún tiempo después el personaje retomaría su “apellido” original justificándose el asunto con el hecho de que el Chavo vivía en la vivienda número ocho de la vecindad.

El éxito de los programas llegó a ser tal que comenzó a alcanzar tintes internacionales. El primer país fuera de México donde se comenzaron a proyectar fue Guatemala, lo que dio paso al inicio de una serie de giras que los llevarían a diversos escenarios alrededor del mundo. En Guatemala la presentación fue un éxito total. Lo mismo en Puerto Rico, República Dominicana y otros países de Centroamérica. El Ecuador fue el primer país que proyectó la serie en Sudamérica, donde se repitió el mismo fenómeno.





Cuenta Chespirito que Televisa misma reconoció que utilizó al Chapulín Colorado como ariete para abrir las puertas de todos esos mercados, donde las posibilidades se abrieron de forma muy amplia, aún si antes no se interesaban en las series mexicanas. Una vez se compraba la serie, la estrategia marcaba que se ofrecería también El Chavo del Ocho, con lo que se alcanzó un éxito que no había tenido hasta ese momento ninguna serie de televisión.



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