Era una mañana tranquila, como cualquier
otra, el sol asomaba tímidamente aunque sin representar en apariencia problema alguno
para los planes que tenía de ir a la playa con mis amigos pues nos
encontrábamos en pleno verano y recién iniciaba el día. Como suele suceder en
estos casos todo parecía listo, aunque siempre dejando en mí aquella sensación
de que algo me olvidaba, mas en vista de la hora y la premura del tiempo cogí rápidamente
mi mochila y salí corriendo.
Al llegar a la playa la vista era genial, las
olas se mecían tranquilas mientras las gaviotas surcaban los aires sobre el interminable
y extenso mar. La brisa, sin embargo, era tan fría y tan extrañamente
avasalladora que hacía pensar que lo que mis amigos y yo olvidamos llevar era
un buen surtido de frazadas. Felizmente, unos momentos después la situación
cambió ya que el sol comenzó a mostrarse plenamente, como debía de ser, haciéndome
notar lo primero que había olvidado: protector solar. Afortunadamente uno de mis amigos parecía
tener ello de sobra, lo que se hizo evidente cuando por la cantidad de
bloqueador que llevaba en la cara resultaba fácil confundirlo con El Guasón.
El
problema fue que al echar un vistazo pude darme cuenta de que su bloqueador
tenía dos años de haber vencido por lo que, entre correr el riesgo de que me
saliera un ojo o un brazo extra y quemarme por no usarlo, preferí quemarme.
Rato después el sonido de las tripas me hizo
ver que había olvidado algo más: el almuerzo. Sin embargo, no fui el único en
olvidarlo así que fue buen momento para probar físico y corretear junto a mis
amigos al vendedor de panes con pollo ya que, momentos antes, habíamos visto que
se le estaba por acabar la mercancía. El problema estaba en que el condenado
vendedor parecía andar jugando a las escondidas con nosotros pues no lo
encontrábamos por ningún lado. Felizmente logramos alcanzarlo justo cuando
estaba a punto de acabarse el surtido de panes que llevaba. Lo curioso fue que
cinco minutos después apareció de nuevo de la nada y con su canasta
completamente llena, aunque eso es otra historia.
Algo infaltable en un día de playa, y que
felizmente no olvidamos, es cuando llega la hora de enterrar a uno y otro en la
arena. Esto siempre es divertido, sobre todo cuando olvidas quitar la toalla con
la que cubriste, a modo de broma, la indefensa cabeza de una de las enterradas
víctimas, cosa que por alguna extraña razón no le divirtió.
"Lo encontré muchachos, lo enterramos aquí" |
Tratando de hacer tiempo antes de entrar al
mar pude ver qué era lo siguiente que había olvidado: la baraja de naipes. Bueno,
a decir verdad, no es que la hubiera olvidado ya que pensé que alguien más llevaría
una, lo malo fue que todititos los demás pensaron lo mismo. Afortunadamente no
habíamos olvidado llevar pelota, por lo que alguien sugirió que entremos al mar
para jugar “quita pelota”.
El equipo de hombres se enfrentaba al equipo
de mujeres y tras algún tiempo de haber iniciado el juego para poner las cosas
más interesantes se me ocurrió la “brillante idea” de lanzar la pelota donde
estaba el grupo más tupido de mis amigos.
El problema fue que junto a ellos también
había un tupido grupo de otras personas, de manera que entre lo liviano de la
pelota, mi mala puntería y el desatinado viento (el cual sospecho que tenía
algo en mi contra) hicieron que la pelota fuera surcando y surcando los cielos
hasta aterrizar precisamente en la cabeza de una señora, la cual con justa
razón volteó inmediatamente a reclamar muy indignada.
Aquello, sin embargo, debe haberlo tenido un
tanto difícil, pues cuando todos mis “amigos” (resaltando las comillas) voltearon
y apuntaron en forma acusadora hacia mi lugar, se dieron con la súbita sorpresa
de que yo ya no estaba allí. Y es que por alguna misteriosa razón justo en ese
momento me entraron unas tremendas ganas de bucear al ras del suelo saliendo,
muy curiosamente, por el otro extremo de la playa. Enormes coincidencias de la
vida, supongo, o a lo mejor un innato sentido de supervivencia.
Al final, si acaso creía haber salido bien
librado me equivoqué, pues entre los innumerables arañones de mis amigas (producto
del juego) y la tremenda insolación (por no haber usado bloqueador) terminé con
muchos recuerdos tangibles que no me dejarían olvidar ese día, al menos por un
tiempo.
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